Cuando hablamos de arte callejero, arte urbano o street art,
nos referimos a las técnicas informales de expresión artística que se
dan en la calle de manera libre, a veces incluso ilegal, usualmente en las
grandes ciudades. Se trata de un tipo
de intervención artística, de vida corta y que no aparece en los museos.
En este tipo de expresiones artísticas se engloba tanto el grafiti (célebre como forma de protesta
anónima), como las plantillas o esténcil (stencil) y un variado número
de técnicas y recursos empleados para ilustrar en paredes y otras
superficies urbanas, como trenes, anuncios publicitarios, etc.
El arte callejero se maneja en una delgada frontera entre la expresión
estética, política o social, con el vandalismo y otras formas de intervención
ilegal de la fachada pública de las ciudades. Esto se debe a que a menudo, en
su afán por visibilizar su mensaje, los artistas callejeros trepan a
superficies elevadas, intervienen señales del marcaje urbano o anuncios
gubernamentales, traspasan los límites de la propiedad privada e incluso, para
algunos, son responsables de una forma de contaminación visual. Por esa razón, los
artistas callejeros suelen ocultar su identidad y emplear seudónimos
artísticos.
Diatribas aparte, este género ha sido cultivado extensamente por
numerosos artistas callejeros en las principales ciudades de Occidente, pero
llegando incluso a intervenir locaciones famosas del mundo, como un
muro en Gaza, en la conflictiva frontera árabe israelí.
Algunos de los artistas más célebres de esta tendencia son el
estadounidense Shepard Fairey (con su conocido slogan de “obey”), Space
Invaders (cuyo nombre proviene de un famoso videojuego de los 80), Blek le rat,
o el mítico Bansky, cuya identidad es desconocida a
pesar de lo mundialmente célebres de sus intervenciones.
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